Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Andrew Gourlay, director
Isabelle Faust, violín
NOVEDAD: FILA OSCYL
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Sinfonía n.º 34 en do mayor, K. 338
Robert Schumann (1810-1856)
Concierto para violín en re menor, WoO 23
Johannes Brahms (1833-1897)
Sinfonía n.º 2 en re mayor, op. 73
En este concierto de abono, cuyo denominador común se encuentra en la organización clásica, no podía comenzarse de otra manera que con el esplendor de Mozart. La muy festiva Sinfonía n.º 34 es una buena ocasión para que el titular Andrew Gourlay ofrezca su visión del genio de Salzburgo. Por otra parte, si hablamos de raíces clásicas no hay nada más lógico que concluir con Brahms. Su Sinfonía n.º 2 es quizá la preferida del público, por la cantabilidad de los temas y el ciclónico final, que admite sin embargo un sinfín de posibilidades. Supone, por tanto, una excelente piedra de toque para que el joven director también muestre sus cartas en este tipo de repertorio.
La violinista francesa Isabelle Faust puede considerarse una todoterreno, pues ha interpretado autores tan distintos como Bach, Beethoven, Brahms, Dvořák o Berg. Ganadora de importantes premios, como por ejemplo en el Concurso Leopold Mozart en Augsburgo (1987) o en el Paganini en Génova (1993), desde sus comienzos graba bajo el sello Harmonia Mundi. Toca en un Stradivarius de 1704 apodado “La Bella Durmiente del Bosque”, puesto a su disposición por el L-Bank de Baden-Wurtemberg. Precisamente ha grabado muy recientemente para este sello —con el director español Pablo Heras-Casado— la obra que interpretará con la OSCyL y su titular: el infrecuente Concierto para violín de Schumann.
Esta obra se caracteriza por una historia realmente rocambolesca: el violinista Joseph Joachim la mantuvo oculta toda su vida al pensar que era fruto del supuesto desequilibrio mental de Schumann, y la depositó en la Biblioteca del Estado de Prusia. Pero en una sesión de espiritismo en 1933, en Londres, donde participaban dos sobrinas del famoso solista, unas voces de ultratumba, supuestamente de Schumann y del propio Joachim, pidieron que se rescatara la obra e incluso se sugirió su localización. Pese a ser estrenado —y después grabado— por el gran Georg Kulenkampff en 1937 y a sus innegables méritos, este concierto nunca ha formado parte del repertorio.