Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Serguéi Rajmáninov
(1873-1943)
Concierto para piano y orquesta n.º 1
en fa sostenido menor, op. 1
Dmitri Shostakóvich
(1906-1975)
Sinfonía n.º 8 en do menor, op. 65
Para el público del Centro Cultural Miguel Delibes algunos de los mejores momentos se asocian a dos nombres: Dmitri Shostakóvich y Vasily Petrenko. Efectivamente, el maridaje entre el director ruso y la OSCyL ha protagonizado algunas sesiones musicales inolvidables en la sala sinfónica, y por eso que Petrenko vuelva y dirija la Octava de Shostakóvich es todo un acontecimiento. Los medios especializados así lo han recogido en el pasado, y por ejemplo en la revista Mundo Clásico se dice de una obra de Shostakóvich dirigida por Petrenko en el CCMD que “sonó (…) controlada por una suprema autoridad de talento y conocimiento”.
Aunque el Concierto para piano n.º 1 de Rajmáninov es una obra de juventud (el primer movimiento se estrenó en 1892, en el Conservatorio de Moscú), la versión que hoy día suele escucharse es la revisión del propio compositor, que data nada menos que de 1917. Por tanto, pese a que se aprecian muchas dosis de vivacidad y alegría, la tremenda experiencia acumulada por Rajmáninov todos esos años hace que todo aparezca de forma más concreta. El concierto tendrá como solista a la pianista ucraniana Valentina Lisitsa, muy activa en las redes sociales, ganadora del concurso Murray Dranoff (1991) y que actualmente graba para la discográfica Decca.
Compuesta y estrenada en 1943 por la Orquesta Sinfónica de la URSS y Yevgeni Mravinski, la Sinfonía n.º 8 fue calificada por Isaak Glikman, amigo del autor, como “su obra más trágica”. Esta composición está emparentada con la Quinta y la Séptima, a las que hay referencias muy directas. Su recepción no fue exitosa, sobre todo porque el final no es exultante, sino moderado, y hay un tono sombrío que la recorre (de hecho, fue una de las obras prohibidas por el decreto de Zdhánov en 1948). Para el director Kurt Sanderling, algunos momentos representan “el aplastamiento del individuo por el sistema soviético”. Sin embargo, la sinfonía fue “rehabilitada” en la URSS a mediados de los 50 y, aunque no está hoy entre las sinfonías más interpretadas de Shostakóvich, sí es considerada por muchos como una auténtica obra maestra.
Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Serguéi Rajmáninov (1873-1943) Concierto para piano y orquesta n.º 1 en fa sostenido menor, op. 1
Dmitri Shostakóvich (1906-1975) Sinfonía n.º 8 en do menor, op. 65
Para el público del Centro Cultural Miguel Delibes algunos de los mejores momentos se asocian a dos nombres: Dmitri Shostakóvich y Vasily Petrenko. Efectivamente, el maridaje entre el director ruso y la OSCyL ha protagonizado algunas sesiones musicales inolvidables en la sala sinfónica, y por eso que Petrenko vuelva y dirija la Octava de Shostakóvich es todo un acontecimiento. Los medios especializados así lo han recogido en el pasado, y por ejemplo en la revista Mundo Clásico se dice de una obra de Shostakóvich dirigida por Petrenko en el CCMD que “sonó (…) controlada por una suprema autoridad de talento y conocimiento”.
Aunque el Concierto para piano n.º 1 de Rajmáninov es una obra de juventud (el primer movimiento se estrenó en 1892, en el Conservatorio de Moscú), la versión que hoy día suele escucharse es la revisión del propio compositor, que data nada menos que de 1917. Por tanto, pese a que se aprecian muchas dosis de vivacidad y alegría, la tremenda experiencia acumulada por Rajmáninov todos esos años hace que todo aparezca de forma más concreta. El concierto tendrá como solista a la pianista ucraniana Valentina Lisitsa, muy activa en las redes sociales, ganadora del concurso Murray Dranoff (1991) y que actualmente graba para la discográfica Decca.
Compuesta y estrenada en 1943 por la Orquesta Sinfónica de la URSS y Yevgeni Mravinski, la Sinfonía n.º 8 fue calificada por Isaak Glikman, amigo del autor, como “su obra más trágica”. Esta composición está emparentada con la Quinta y la Séptima, a las que hay referencias muy directas. Su recepción no fue exitosa, sobre todo porque el final no es exultante, sino moderado, y hay un tono sombrío que la recorre (de hecho, fue una de las obras prohibidas por el decreto de Zdhánov en 1948). Para el director Kurt Sanderling, algunos momentos representan “el aplastamiento del individuo por el sistema soviético”. Sin embargo, la sinfonía fue “rehabilitada” en la URSS a mediados de los 50 y, aunque no está hoy entre las sinfonías más interpretadas de Shostakóvich, sí es considerada por muchos como una auténtica obra maestra.